Memoria necesaria

Flores azules. Dramaturgia y dirección: Irene González. Reparto: Irene González, José Terol y José Torres. Sala Russafa (9 de febrero de 2018)

Irene González, cordobesa nacida en 1980 residente en Valencia, conocida como actriz en la cantera de Chema Cardeña de la sala Russafa (¿quién no recuerda su papel en la versión femenina de ‘Julio César’ o, al margen de Cardeña, ‘Hijos de Verónica’ coordinada por Jerónimo Cornelles?), ha demostrado que es obligatorio seguir con interés sus propuestas. Hace seis años estrenó por primera vez y ha sido frecuente presenciar alguna de sus obras en la cartelera del desaparecido Microteatre –por desgracia para nuestras promesas-, como ‘Un mundo embarazoso’, ‘Entre rejas’ o ‘Cuando el amor llega así de esta manera’.

‘Flores azules’ es su primer trabajo para la compañía La Dramática Producciones, formada por el actor José Terol y Pablo Ricart. Y nos presenta una pieza de aire lorquiano, adscribible al teatro sobre la memoria histórica que se está escribiendo durante los últimos años, que incorpora la represión franquista posterior a la guerra civil, como período histórico que no se debe olvidar. El trazo de Irene González es plenamente femenino y la visión del padecimiento de la mujer durante aquellos años, sobrepasa la dimensión física para integrase en un planteamiento moral.

Cuatro mujeres relatan sus experiencias en la cárcel de Ventas durante la dictadura: una prostituta, una madre cuyo bebé muere, la que observa cómo el marido es torturado y finalmente asesinado, además de que ella acaba en el conocido “paseíllo”, y la que es violada y sufre abusos estremecedores. Cuatro mujeres interpretadas a dúo por dos actores masculinos, José Terol y José Torres, que transmiten una gran emoción, desde la contención explicativa y alejada de dramatismos, vestidos con la ropa interior de las mujeres de los años cuarenta, cuya pretensión es impedir el olvido de este sufrimiento por diversas causas.

Irene González irrumpe en escena al inicio y la final con un personaje femenino con máscara en la frente, muy simbólico, con notables gesticulaciones llena de expresividad, y toques interpretativos del teatro clásico. Es una introducción medida, abierta a las perspectivas posteriores, donde se subraya el aplastamiento de las ilusiones de las mujeres, las ‘flores azules’, por la situación política de la dictadura y por la mentalidad masculina. El trabajo continúa con la exposición de los dos hombres-mujeres, situados junto a la guardia de la prisión, quien a pesar de todo posee el corazón de una mujer. Le siguen una serie de escenas muy bien planteadas desde la desnudez, aunque a veces algo rígidas, entre las que destaca la dureza verbal y a veces representativa, como en la última, con la sangre en el barreño, o el dolor dramático que causa en el espectador la situación de la mujer que aún cree tener a su bebé en sus brazos.

Todo ello con el acompañamiento de música de tonalidad flamenca, una excelente iluminación, y temas musicales de la época, con partes excelentes como las dos primeras de José Terol, que tiene mucha madera para ser pronto uno de los grandes actores de la ciudad. No le desmerece José Torres, con un soliloquio realmente sorprendente y una primera escena más desenfadada, y por ello más atractiva. El final, con la reaparición de la enmascarada, y la muestra de pureza final, es una clara advertencia sobre la necesidad de mantener el recuerdo para no repetir errores, además de rendir homenaje a las mujeres desconocidas que padecieron una represión abusiva y llena de dolor físico y moral. La memoria es débil y es necesario que las artes escénicas ayuden al recuerdo de nuestra intrahistoria.

‘Flores azules’ es una propuesta que puede tener recorrido y que llega a lo hondo del público. Se podría precisar algún punto en su lánguido ritmo necesario. Quizá conviene no distraer el discurso de algunos soliloquios con la presencia del otro actor parado en escena. Merece la pena seguir el ciclo de Compañías Valencianas de la sala Russafa. Compruebas que quienes vienen, lo hacen pisando fuerte. Es un ciclo más que necesario y cada vez con una mayor presencia y amplitud. Y ‘Flores azules’ es una pieza que inquieta, enerva y revive la memoria de un pasado que no conviene olvidar.

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