Hijos de Verónica

Hijos de Verónica

Patience

Patience

El 10 % de Urbach-Wiechte

El 10 % de Urbach-Wiechte

Ondas gravitacionales

Ondas gravitacionales

Incolatus

Incolatus

Joc de xiquetes

Joc de xiquetes

Halloween Party

Halloween Party

La oscuridad

La oscuridad

No som ningú

No som ningú

Hijos de Verónica

Hijos de Verónica

Cuando un barrio es un escenario

Crónica parcial de la VI edición del festival Russafa Escènica

Se celebró entre los días 15 y 25 de septiembre de 2016 la sexta edición del Festival Russafa Escènica, una de las iniciativas culturales urbanas más interesantes de la ciudad de Valencia. Sin duda, es una de las tarjetas de visita de un barrio que beneficia un modelo urbano capaz de combinar el ocio y la vida de los vecinos por medio del teatro, y que debería exportarse no sólo a otras zonas de la capital sino por todo el territorio valenciano.

La particularidad del festival es que lleva a las artes escénicas a espacios no destinados a ello. Se puede asistir a una representación en una galería de arte, en un restaurante, en una peluquería, en una floristería, en un colegio, en una guardería, en un taller de restauración, en un casal de falla o en el mismo teatro Russafa. Si en Cabanyal Íntim, anterior a este festival, asistes al teatro en casas del barrio, en el Russafa Escènica dentro de los comercios abiertos al exterior. Esto supone que haya una exigencia de adecuación de cada montaje al espacio elegido, lo cual a veces conlleva dificultades técnicas e incluso artísticas. Las compañías aprenden a solventar imprevistos en tiempo récord en estos locales o a desplegar su ingenio en el guión de los montajes.

Cada edición del Russafa Escènica presenta obras originales, estrenos, sobre un tema concreto, divididas en tres secciones, además de actividades paralelas. La denominada ‘Viveros’ ofrece quince creaciones de extensión máxima aproximada de media hora. Muchas sirven de empuje y promoción de nuevos autores y compañías, aunque entre ellas solemos encontrar algunas que ya poseen un recorrido artístico notable. La sección de ‘Bosques’ incluye seis obras de poco más de una hora de duración; trabajos más extensos y compactos casi siempre más propicios a visitar los escenarios tradicionales. Tradicionalmente en enero se exhibían en el Rialto, lo cual permitía un salto para tantos futuros profesionales. Digo se exhibían porque no ha suscrito el convenio público del IVC con el festival, lo cual obligará a las compañías a visitar otros teatros privados. Y se suma un ‘Invernadero’ en la sala Russafa, una obra más larga que es la estrella de la programación.

Si el año pasado el tema fue la familia, este año tiene como lema Miedos. La programación versa sobre argumentos relacionados con él. Pero en su recorrido no presenciamos obras de terror o de suspense, alguna puede ser que sí, sino planteamientos sobre el miedo como signo del ser humano, de ahí que atienda profundamente a sus raíces o a lo que se llaman ‘terrores cotidianos’. Miedos de toda índole y para elegir, unos en clave de comedia y otros como drama. Miedos sociales y miedos individuales.

Es tarea casi imposible asistir a las veintidós representaciones del festival. Los periplos por Russafa son demasiado atractivos. Se pueden ver dos viveros y un bosque o el invernadero en una misma tarde. Pero hay que afinar la puntería al elegir, como al buen crítico le gusta hacer. Ya que la gran calidad de la escena valenciana actual nos deja poca libertad de elección porque casi todo lo programado actualmente merece la pena o son representaciones de un día o dos, el Russafa Escènica devuelve el espíritu del filtro a aplicar a una cartelera. La elección en virtud de referencias o deseos personales. En este caso, el interés total obligaría a la visión de cada espectáculo, pero no da tiempo. Por este motivo, sólo comentamos algunos que hemos visto aunque sería un placer escribir sobre todos. 



Entre los espectáculos de danza, es muy sorprendente el de las jóvenes de Sirera Danza, María Martí y Paula Sebastián, con texto de Carmen Fortea, Patience.



PATIENCE. Reparto y coreografía: María Martí y Paula Sebastián. Texto: Carmen Fortea. Sirera Danza.

Destaca por el aprovechamiento espacial de ‘El Altillo’, taller de restauración donde se representa. En un vestíbulo, una proyección de dos jóvenes sentadas en espera paciente. El público entra y tiene enfrente dos espacios. En uno se encuentran las pacientes muchachas; el otro, vacío con algunos abalorios en la pared. Descubrimos que el tiempo es el tema central; ese tiempo que todo lo consume y genera arrugas en el cuerpo y que a su vez obliga a las prisas y a ser competitivo. Ese tiempo que transforma la paciencia en impaciencia, como cuando se está en la sala de espera de un hospital. Un buen trabajo de uso completo de dos espacios cruzados (hasta las paredes), incluyendo el de los propios cuerpos con singulares estiramientos de arrugas, el empuje de unos audiovisuales muy conseguidos y una música que genera pavor con sus golpes de efecto. Las fobias se las come el tiempo; todo lo altera el tiempo.



EL 10 % DE URBACH-WIECHTE. Creación: La Subterránea. Reparto: Lucía Abellán y Lucía Sáez. Texto: Lucía Abellán y Lucía Sáez. Compañía La Subterránea.

La Subterránea, una compañía femenina que destacó con Pussy coat y Martingala, con su estilo propio que combina el texto vertiginoso encadenado a la búsqueda de la sorpresa y el trabajo físico con riesgos notables, nos ofreció un trabajo muy en su línea: El 10 % de Urbach-Wiechte. Un diálogo sainetesco hasta cierto punto hipocondríaco entre dos actrices con copa y ‘vestidos Freixenet’, Lucía Abellán y Lucía Sáez, sobre la posibilidad de tener esta enfermedad genética, inicia una vertiginosa aglomeración de ingenio sobre el pavor a cualquier contingencia, con la proyección a fondo de la amígdala cerebral del miedo. No sé si el miedo lo sintió Lucía Sáez envuelta en plástico transparente o el espectador cuando Lucía Abellán decide practicarle la operación de quitárselo con un cúter. Yo sí sentí miedo. Y algún susto con esas amígdalas-nueces. Como siempre La Subterránea: potente, arriesgada, solicitando del espectador algo más que una mera presencia por medio de las sensaciones físicas y la llamada al cerebro. Un texto para pensar en el miedo como presencia permanente diaria. 



ONDAS GRAVITACIONALES. Texto y dirección: Sergio Villanueva. Reparto: José Olmos y Nacho Quiñonero. Ondas gravitacionales del actor y escritor Sergio Villanueva es una sátira política llena de vigor. Un texto muy difícil por la combinación entre teorías físicas perfectamente narradas y toques de la vida de los personajes, con una genial interpretación de José Olmos como profesor acompañado de Nacho Quiñonero como alumno hijo del presidente de gobierno, antiguo amigo del profesor, que acude a su despacho para matricularse en la universidad dado que se le pasó el plazo. Pero no es una obra abstrusa: es divertida. Posee unos diálogos vivos a pesar de la enunciación de conceptos de Física bastante complejos sobre las ondas gravitacionales y numerosas fórmulas escritas en una pizarra sobre la que el profesor anda trabajando a la búsqueda de un descubrimiento. En esa mezcla de lo personal con lo académico, acaba imponiéndose la narración de los aspectos corrientes sobre los técnicos. El personaje ausente del presidente dibuja toda una parodia de la política actual con un final lleno de sarcasmo.

Una de las mejores propuestas del festival es Incolatus(Sense Filtre) de Amparo Urieta.



INCOLATUS (SENSE FILTRE)Texto colectivo. Dirección: Amparo Urieta. Reparto: Anna Kurikka y Joan Adell. Cantantes: Carmina Sanchez, Valeria Sepó, Blanca Vazquez, Laura Amanda Agustí y Marta Estal. Compañías Sankareita&Cia y Cialafollia

Con una soberbia Anna Kurikka, destaca su ambientación ayudada por la floristería Sueca donde se representó. Una ‘performance’ poética circular, con ópera, casi muda, sugerente con una base folclórica y de mitos y leyendas, que convierte lo abstracto en sensaciones concretas. El miedo interior de la protagonista deriva en ilusión tras la aparición de un ser mitológico que le provoca pavor primero, y posteriormente alivio y cariño. El trabajo es complejo y se apoya en efectos sonoros y visuales dentro de un ambiente oscuro. El público debe dejarse llevar por las escenas líricas y mantener su distancia con un universo onírico donde se presume la escapada de los miedos interiores provocados por los cuentos tradicionales, mientras los dos actores interpretan rodéandolo. Con una estupenda ejecución musical al piano que ayuda en el bello desarrollo final. 



JOC DE XIQUETES. Texto y dirección: Adrián Novella. Reparto: Miguel Arnau, Vicent Domingo, Sara Gumbrecht Real, Ariana Higón, Resu Belmonte y Jorge Valle. Bullanga Cía. Teatral.

Entre los ‘Bosques’, Joc de xiquetes es un montaje singular de Bullanga, que ya representó ‘Maruschka’ el año pasado con éxito en el Festival. Con texto del joven Adrián Novella, tiene la particularidad de representarse en una escuela infantil, El Patufet. Y es que el trabajo debía ejecutarse en este espacio porque es una reunión de la directora del centro y los profesores con los padres de los alumnos. El trato bastante zalamero de la directora enseñando parte de las instalaciones es signo de que existe algo extraño, algún posible conflicto, que va saliendo a la luz cuando dos parejas de padres lo revelan. Estamos ante una reproducción de un caso real de un maestro acusado de tocamientos sexuales a alumnas, donde se ponen de relieve las contradicciones de la educación familiar y escolar desde un punto de visto abierto, pero algo políticamente incorrecto, puesto que también mira a los padres como que son responsables de los errores educativos. Un tema duro, con un tratamiento adecuado y unas interpretaciones estupendas de Sara Gumbrecht y Vicent Domingo, sin desmerecer al resto del elenco, donde incluso el público ha de bailar El Joan Petit y comer galletas, como es habitual en los textos de Novella. Un problema social que, sin embargo, tiene su afectación individual.



HALOWEEN PARTY. Una obra interesante. Texto y dirección: Borja López Collado. Reparto: Arturo Sebastiá, Ania Hernández, Víctor Jannone, Lucía Poveda y Pablo Tomás. Triangle Teatre.

Muchas veces nos quejamos de la inexistencia de un teatro destinado a públicos adolescentes. Después de asistir a decenas de creaciones infantiles, el público de catorce a dieciocho años suele carecer de producciones con problemáticas que realmente les interesen a su día a día. La existencia de escasas trabajos para adolescentes hace que se rompa la costumbre de fidelización a los teatros de los espectadores de este espectro de edad.

Por esta razón, creaciones como Halloween Party son más que necesarias. Tiene todos los ingredientes atractivos para los adolescentes: fiesta de Halloween con disfraces en una universidad, asuntos amorosos juveniles, simpatía de los personajes y situaciones, tipos intensificados asumibles para sus comportamientos, música atractiva para la edad, baile, humor, participación del público en juegos, bebida, sustos y asesinatos, mucha energía interpretativa en las acciones, y diálogos simples que para un público adulto pueden ser previsibles, pero con los que los jóvenes se identificarán plenamente. ¿Superficialidad? Eso lo diremos los adultos, porque el público juvenil que observé en el colegio público de la calle Puerto Rico donde se representaba no parecía muy lejos de los asuntos.

La recepción de los actores en el vestíbulo nos sitúa de entrada en el marco propicio. A partir de ahí, el pagafantas ‘friki’, la animadora boba, el jugador de fútbol americano chulesco y ‘guaperas’, la chica fea disfrazada de ‘cat woman’, y un enigmático personaje disfrazado de Muerte, construyen una historia muy propia de las comedias juveniles estadounidenses que vemos en el cine, pero con una mayor carga de viveza y una acción conseguida a pesar de la exageración interpretativa pero necesaria de los personajes. La simpleza de razonamientos y algunos diálogos tópicos no evitaron que el espectador disfrutara con esta simple comedia de instituto que tiene fuerza. ‘Halloween Party’ cumple sus objetivos, lo cual siempre es loable. Borja López Collado, el autor, que ya dejó atisbos de prometedor autor con oficio y en aprendizaje en Amoureux Solitaires, programada en la anterior edición de este mismo festival, tiene un futuro espléndido por delante. Como los enérgicos, disparatados y creíbles actores Arturo Sebastiá, Lucía Poveda, Victor Jannone, Ania Hernández y Pablo Tomás. Encandilan con sus personajes, sacándolos hasta donde pueden de los posibles tipos para darles su toque de individualidad juvenil.



LA OSCURIDAD. Texto y dirección: José Zamit. Reparto: Juanki Fernández, Alba Galdón, Patricia Giménez, Inés Gómez, Grazia Hernández, Claudia Monleón, Gracia Sánchez, Julia Suay, Ilion Trebicka, José Zamit. Colaboración especial de Emma Zamit. Cía. El Perro Verde.

Muy distinta es La oscuridad. Opera prima de un joven que lleva el teatro en sus venas, José Zamit, es una historia de terrores sociales. Un grupo de jóvenes ingresa en un campamento de verano y allí vivirán la represión de los monitores y desarrollarán sus conflictos individuales. El conjunto está bien desarrollado. El campamento al estilo de nuestro modo de vida enlaza al final con la situación de los campamentos de refugiados. Siempre con el miedo a la oscuridad presente, desde el inicio donde entramos en el patio interior de La Boulangerie y hallamos a los jóvenes actores con los ojos vendados y una niña pequeña jugando a la rayuela. Es el terror personificado en el ambiente el que impregnará el sentido de la creación. Oscuridad, pavor a lobos en el ambiente, pero sobre todo a los semejantes por extraños a las costumbres de cada uno. Hay escenas estupendas, como la del concurso de ‘play-back’, y un sentimiento generalizado de que los actores cumplen, aunque el reparto juvenil sea desigual y unos estén más formados que otros. No es una obra fáci, pero ellos la hacen fácil. Es un montaje que merece un escenario convencional. Además, llovía en el momento de la representación a la que asistí lo cual ayudó mucho a la ambientación con los golpes de las gotas de agua en un techo de uralita. Y la niña… maravillosa, y muy bien trabajado su papel, lo cual es un mérito del director José Zamit, del que se hablará mucho dentro de un lustro si continúa el camino actual.



NO SOM NINGÚ. Pero un de las grandes sensaciones del festival fue No som ningú de Isabel Martí y Miquel Vinyoles. Reparto: Raquel Hernández, Isabel Martí, Vicent Pastor, Paco Trenzano, Miquel Viñoles. Dirección: Cía. Els Indecents. Escenografía: Xavo Giménez.

Una comedia fabulosa, divertida, amena y con una estructura nada convencional. Es de las que pone al público en pie y no precisamente porque así lo exija el guion del desenlace. Todo comienza con una pareja que sale de debajo de los asientos del público con una maleta y ataviados con un chubasquero para disimular su identidad. Están huyendo de algo. No lo sabemos. Pronto les da el alto un guardia de fronteras y a partir de ahí se desata lo frenético. La realidad es que se evaden de “el mal verde”, una extraña epidemia producida por las actuaciones de una compañía alimenticia, algo que no se sabe y que al final no se quiere saber.

Después de esta introducción, se desarrolla de forma fragmentaria la historia: se está celebrando el juicio contra los responsables de la epidemia y la enfermedad, para lo cual se suceden las declaraciones y a partir de ellas se deriva el ‘flash-back’ de las secuencias narradas. Todo ello, entre transiciones maravillosas, con cambios de objetos y vestuario que exigen un esfuerzo sobrehumano a los actores, formidables desplegando distintos papeles sainetescos con simples cambios de vestuario (o no tan simples): Raquel Hernández, Isabel Martí, Vicent Pastor, Paco Trenzado y Miquel Viñoles. Los personajes son divertidísimos y sus reacciones son propias de la mejor comedia satírica, porque realmente a profesiones y tipos sociales está dirigido lo paródico. No salen bien parados de esta sátira los jueces y el mundo del derecho, los funcionarios, los políticos que siguen el dictado de sus asesores sin tener personalidad, los policías y determinados tipos de la ciudadanía, como el labrador, la madre convencional que lleva de todo en su bolso ‘por los niños’, la realidad laboral, los periodistas (sobre todo televisivos)… Escenas magistrales, con una sugerente escenografía de Xavo Giménez, para reír y reír con una comedia inolvidable y potente que divierte a costa de los ridículos exagerados, pero no lejanos a nuestra vida actual. Y sobre todo, impacta el montaje de saltos temporales, a modo de ‘flash-back’ encadenado cinematográfico, retrotrayendo la narración en el juicio a la situación pasada.

La pena es que no van a poder ver los Bosques este año en enero en el teatro Rialto. No se ha firmado el convenio, con lo que puede ser que no veamos algunas de estas buenas obras en un escenario tradicional. Era –y es- algo necesario para dar visibilidad a jóvenes compañías que necesitan dar el salto a la vía profesional del teatro y la danza. Esperemos que todo cambie y la sensibilidad sustituya a los tiempos sui generis de las administraciones públicas culturales. 



HIJOS DE VERÓNICA (Generación del miedo). Dramaturgia: Jerónimo Cornelles. Textos: Anna Albaladejo, Mafalda Bellido, Iaia Cárdenas, Paula Llorens, Guadalupe Sáez y Amparo Vayá.Reparto del recorrido 1 (1986-maternidad):María Minaya, Irene González, Rocío Ladrón de Guevara, Marta Santandreu, Belén Tejedor, y Miguel Vilar. Reparto del recorrido 2 (2006-muerte): María Poquet, Sandra Calatayud, Víctor Fajardo, Andrea Jara, Adrián Moreno y Sergio Reverón. Reparto del recorrido 3 (2016-identidad): Laura Useletti, Arianne Algarra, Carlos Carvajal, Cristina Colungo, Abraham García y José Terol.

La programación del ‘Invernadero’, la guinda del Festival, fue Hijos de Verónica (Generación del miedo), un estreno en la sala Russafa con una evolución merecedora de comentario. En 2006, Jerónimo Cornelles ofreció en el extinto VEO el trabajo Construyendo a Verónica, nominada al premio Max. Era la historia que parte del hallazgo del cadáver de una mujer muerta en la playa, de unos cuarenta años, blanca de ojos de color azul intenso, con una cicatriz en el abdomen que indica que veinte años se le practicó una cesárea. No presentaba signos de violencia: ¿muerte natural súbita o suicidio? Sólo tenía en la mano una nota que decía “regálame diez años más de felicidad”. A partir de este argumento se trataba de construir la identidad de Verónica y su mundo para llegar a una conclusión: nadie muere mientras pervive en la memoria. La particularidad del montaje es que ofrecía tres recorridos distintos autónomos con textos donde cada actor interpretada un personaje, escritos por el propio Cornelles, Juli Disla, Alejandro Jornet, Patricia Pardo, Jaume Policarpo y Javier Ramos.

Una década después las hijas, junto a otros personajes afectos a sus vidas, se confiesan en nuestra cara con un objetivo: saber quién fue es su hija… o su hijo. De nuevo, se trata de profundizar en el universo de Verónica  y de quienes tuvieron relación con ella, pero para conocer su herencia humana, y penetrar en el misterioso mundo generado por las circunstancias. Esta vez, los textos son de autoras valencianas o presentes en el teatro de la ciudad: Iaia Cárdenas, Mafalda Bellido, Amparo Vayá, Anna Albadalejo, Paula Llorens y Guadalupe Sáez. Seis textos intensos, introspectivos, entre lo explicativo, lo sentimental y lo poético incluso, para seis actores en cada itinerario, dieciocho en total, que conforman una dramaturgia coordinada por Jerónimo Cornelles.

Cornelles repite el esquema experimental fragmentario de Construyendo a Verónica. Plantea tres itinerarios distintos. Los espectadores están distribuidos en seis grupos de ocho personas por cada recorrido. Sentados en una mesa, cada actor de uno en uno irá ubicándose en ellas para confesarse antes los presentes con un monólogo. Irán cambiando de mesa al finalizarlo. De esta forma, se construye la historia llena de enigmas a partir de la deconstrucción de los personajes y las historias individualizadas, al mejor estilo de la novela faulkneriana o el montaje cinematográfico de saltos temporales, y argumentalmente como aquellas novelas juveniles de la editorial Timun Mas. Y, por supuesto, sin conocer los tres itinerarios resulta difícil descubrir quién es la/el vástago natural de Verónica. Teatro próximo, teatro cara a cara del espectador, que se integra plenamente en un discurso y un ambiente nebuloso dentro de la sala, con una iluminación y un fondo sonoro que ayudan a crearlo.

El esquema transgresor de las líneas del teatro convencional es exigente con el público y con los actores, que han de repetir el mismo monólogo en seis ocasiones y adecuarse a quienes en cada momento son compañeros de mesa. Como curiosidad, me gustaría saber qué sintió la actriz María Minaya cuando se topó en una mesa con un crítico al que conoce bien. Siempre es atractiva la resolución de un enigma para el espectador y más cuando se presenta con un montaje diferente a lo habitual. Si en Construyendo a Verónica los monólogos eran algo desiguales, en Hijos de Verónica sí que existe uniformidad textual y hay que conocer muy bien los trabajos de las autoras para hallar algún atisbo de su estilo. Incluso los toques poéticos de los monólogos son regulares en cada texto, de la misma forma que cada personaje posee un carácter singular manifestado por algún objeto concreto: una canica, una cruz o un pollito de peluche. En general, el trabajo interpretativo es muy destacable, aun teniendo en cuenta que no todas las actrices y actores tienen la misma calidad, con unas estupendas ‘verónicas’: María Minaya, María Poquet y una grande de la escena como es Laura Useletti.

El reparo más importante, aunque dé un respiro a la tensión del espectador, es la escena musical intermedia. De la misma manera que su repetición al final alivia lo soportado, tras la cuarta intervención parece metida con calzador. Tratando de provocar magia y aliviar al público para que asimile lo escuchado, rompe demasiado el ritmo y la solidez de un trabajo cuyas tramas se multiplican puesto que cada personaje posee una historia donde conviene seguir hasta el mínimo gesto, sobre todo con las alusiones a tramas de venta de recién nacidos, sentidos religiosos, preguntas sobre la pareja, el sexo o el bienestar material. Con la dureza del policía Sánchez siempre en el aire.

¿Quién será la hija de Verónica y qué pasó? Tendrá que seguir los tres itinerarios de esta investigación policial. Ojo a los detalles: en ellos está el hilo de la revelación de las identidades. Verónica sigue viva: nadie muere si pervive en la memoria. Y si no puede asistir a todos los recorridos, puede comprar y leer el libro que ha publicado la editorial de Cullera, El Petit Editor.



Aunque lo mejor es volver a la sala Russafa para seguir indagando en otro itinerario. O que nuestros teatros públicos recapaciten y den paso en sus escenarios a montajes singulares como éste, aunque su dibujo arquitectónico sea el mismo que el de su precuela.

Miedos, miedos y más miedos. Un conjunto de creaciones para reflexionar sobre su sentido. ¿A qué debemos tener miedo? Es la pregunta que cualquiera se formuló después de haber visto unas cuantas obras del festival.

Larga vida al Russafa Escènica, cuyo modelo debería ser imitado.  El magnífico trabajo del equipo dirigido por Jerónimo Cornelles ha merecido la pena y debemos agradecer que su ideas fructifiquen para permitir la salida visible de quienes forman el nuevo ambiente teatral valenciano.

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